Presentación de la “Pieza del Mes”

12 de febrero del 2014 a las 20 horas en el Museo Arqueológico de Murcia

La pieza del mes es un pequeño bloque de sílex, abierto por alteración térmica, que descansa en una muestra del sedimento excavado, y lo acompañan  fragmentos menores de sílex alterado y hueso calcinado.
Fragmento de sílex encontrado en Cueva Negra y alterado por el fuego

Fragmento de sílex encontrado en Cueva Negra y alterado por el fuego

Presentan: Michael Walker, Mariano López Martínez, María Haber Uriarte, Tomás Rodríguez Estrella, Antonio López Jiménez, Jon Ortega Rodrigáñez, Ignacio Martín Lerma,  Jesús García Torres, Azucena Avilés Fernández, Ángel Buitrago López y Miguel San Nicolás del Toro, en colaboración con la Asociación Murciana para el Estudio de la Paleoantropología y del Cuaternario (MUPANTQUAT), y del Grupo de Investigación E005-11 de la Universidad de Murcia «Paleoecología, Paleoantropología y Tecnología del Cuaternario«).

            La Cueva Negra: En Busca del Fuego

Hubo fuego dentro de la Cueva Negra hace 800,000 años (antigüedad demostrada tanto por el paleomagnetismo como la biocronología), siendo por tanto, los datos del fuego más antiguos de Europa. Sólo África tiene evidencia más antigua del fuego en yacimientos paleolíticos. El fuego en la Cueva Negra alcanzó temperaturas de 550-600º C. Tanto calor implica que el Hombre cuidaba del fuego, ya que se supera la temperatura posible en el interior de una cueva sin intervención humana. Nuestras excavaciones han descubierto restos contundentes de que la paleoespecie humana, Homo heidelbergensis (precursor remoto del Hombre de Neandertal) cuyos dientes han sido recuperados en la cueva, pudo establecer y cuidar el fuego dentro de ella.

La supervivencia del Hombre primordial allende de las latitudes africanas implicaba individuos, activos y móviles, dotados de una aptitud cognitiva que aumentaba su capacidad de ampliar la gama de recursos de posible explotación en entornos caracterizados por inviernos con escasez de alimentos crudos, como por ejemplo frutas. Por otra parte, el proceso de asado o calentamiento de alimentos, sean de origen animal o vegetal, favorece la digestión y absorción en las vías digestivas. La caza mayor, cuando puede ser conseguida y asada, aporta grasas y proteínas para varias personas durante varios días.

Detalle del fragmento de sílex alterado por el fuego

Detalle del fragmento de sílex alterado por el fuego

La temperatura alcanzada en la fogata de la Cueva Negra demuestra la intervención humana. Si leña y broza, depositadas de manera natural en la cueva, se hubieran encendido debido a la entrada de algunas ascuas llevadas por el viento desde un incendio forestal de algún lugar cercano, tales elementos se habrían consumido rápidamente, sin tiempo para producir gran calor. Desde luego, el Hombre pudo recoger ramas incandescentes dejadas por un incendio forestal y usarlas para establecer y cuidar el fuego dentro de una cueva donde ni lluvia ni viento lo apagarían. Es verosímil que el Hombre tuviese menos miedo del fuego que los animales silvestres observados por el en huida delante de un incendio natural, lo que podría haberle inducido a aprovechar el fuego y jugar con él para espantarlos y hacerlos correr hacia lugares donde podrían morir (por ejemplo, acantilados, pantanos, etc.) y ser descuartizados y asados. Otra cosa muy distinta es si el Hombre pudo reproducir el fuego o controlarlo; de hecho, sobre dichas capacidades avanzadas el registro arqueológico ofrece escasas pistas antes de 50.000 años, cuando fosas o círculos de piedras delimitan los hogares en algunos yacimientos paleolíticos.

Como nos humanizó la cocina

La manipulación del fuego posibilitó la supervivencia del Hombre primitivo en Europa. Según el catedrático Richard Wrangham de la Universidad de Harvard hay argumentos fundamentales de los que se deduce que la capacidad de calentar los alimentos favorecía el éxito reproductor de nuestros ancestros ya que facilitaba la absorción de nutrientes en las vías digestivas para luego pasar al riego sanguíneo rápidamente. Esto permitió que el cerebro humano, siempre necesitado de energía, pudiera crecer de manera excepcional desde hace 2.000.000 años, de un volumen de 600-700 cm3 al nuestro de 1.350 cm3 : una tasa de aumento jamás vista en la evolución de otro mamíferos pero que, sin duda, favoreció la capacidad de supervivencia del Homo antiguo y de ahí su éxito reproductor y expansión demográfica.

Es completamente verosímil que las principales ventajas biológicas y evolutivas para el cerebro de los seres humanos primitivos aportadas por la ingestión de alimentos calentados condujeran a la mejora de la capacidad cognitiva, la ampliación de la gama de comestibles, el aumento de la abundancia demográfica y la expansión geográfica. El consumo de grasas animales jugó un papel muy importante. La experimentación bioquímica y fisiológica demuestra que un gramo de grasa aporta el doble de la energía  proporcionada por un gramo de proteína o hidrato de carbono. Además, un gramo de hidratos de carbono de origen vegetal ocupa un volumen relativamente mayor y necesita más tiempo y agua para ser digeridos completamente.

Pues bien, nosotros los seres humanos somos omnívoros mayores. La grasa es una muy eficiente fuente energética para un ser vivo grande y activo. Antes de llegar a ser adultos, el largo proceso del crecimiento humano implica el consumo de proteínas (para proporcionar los aminoácidos necesarios para la proliferación de células) durante un período de dos décadas, muy superior al de la maduración de la gran mayoría de los demás mamíferos mayores. Los aceites vegetales y las grasas y proteínas de setas, gusanos, invertebrados, peces, anfibios, reptiles, huevos de aves u otros comestibles menores, suelen ser de acceso más fácil y frecuente, durante todo el año, en las latitudes bajas que en las altas, en estaciones frías o períodos frescos extensos, cuando escasean alimentos vegetales ricos en energía, conformados por la concentración de hidratos de carbono en frutas, frutos secos, semillas, tallos, tubérculos y rizomas. Otros beneficios adicionales del fuego para cazadores y recolectores serían proporcionar luz y calor durante la noche, la protección ante la proximidad de animales peligrosos, la demostración de la ocupación del lugar frente al interés de estos por adueñarse de él, el endurecimiento de la punta de un jalón de madera o palo de cavar, y la fracturación de la roca para conseguir piedras menores para la talla.

La Fogata excavada en la Cueva Negra

No hay ni una fosa, ni emplazamiento de piedras que podrían señalarnos un hogar en Cueva Negra, sin embargo en 2011, 2012 y 2013 hemos excavado un espacio, en el interior de la cueva, conformado por sedimento gris blanquecino con evidencias inequívocas de haber contenido una hoguera o fogata paleolítica. Las evidencias son de tres tipos:

1. Fragmentos quemados de huesos y muy importante, fragmentos óseos blancos, completamente calcinados por la combustión entera del contenido carbónico orgánico, con la correspondiente contracción del diámetro de huesos tubulares produciendo, así, la fracturación y el astillamiento longitudinal. Dicho efecto suele producirse en temperaturas superiores a 700º C pero es verosímil que pudiese darse en la Cueva Negra si los restos se encontrasen en la base de fuegos con una temperatura algo menor durante muchas horas y encendidos de manera repetida en el mismo lugar. En 2013 recibimos los resultados de dos tipos de análisis por espectrometría que demuestran que la temperatura de la combustión debió ser de 550-600º C. Los métodos aplicados son la resonancia del “spin” electrónico (por la profesora Drª. Anne Skinner del Williams College en Boston, EE.UU.), y la espectrometría infrarroja con transformación Fourier (por el profesor Dr. Francesco Berna de la Simon Fraser University, Canadá).

2. El hallazgo de un fragmento de sílex de singular interés muestra la alteración producida por “choque térmico” (un fenómeno muy conocido en la alfarería). Fue excavado en el sedimento de color gris ceniciento. Se trata de un bloque, o nódulo, del que una parte fue fragmentada y abierta por el calor intenso, quedando los fragmentos en su sitio, como pétalos de una rosa, y así aparecieron en la excavación; un fragmento, mayor y algo plano, ofrece una superficie ondulada, típica de la fracturación de sílex por calor intenso de tipo “tapa de olla” (inglés, “pot-lid”). La textura mate de la superficie y ausencia de lustre, y los matices apagados de estos y otros fragmentos del sedimento gris son característicos del sílex alterado por combustión. Del mismo nivel hemos recuperados muchos otros fragmentos de sílex con alteración térmica similar, entre ellos una lasca de extracción paleolítica inconfundible. Algunos fragmentos están en vías de análisis por el método de la espectrometría de la termoluminiscencia por el profesor Dr. Jean-Luc Schwenninger de la Universidad de Oxford que también estudia el sedimento mediante la estimulación óptica de la luminiscencia de partículas del cuarzo.

3. El sedimento gris blanquecino muestra indicios de alteración térmica detectados por la micromorfología de muestras del sedimento, estudiada en láminas delgadas bajo el microscopio por el profesor Dr. Diego Angelucci de la universidad italiana de Trento, cuyas microfotografías acaban de ser publicadas en 2013. Presenta características de haber sido sometido a altas temperaturas. Contiene abundantes restos microscópicos de ceniza y carbones, además de fragmentos microscópicos tanto de sílex fracturado por el calor como huesos calcinados o carbonizados.

Huesos y sílex calcinados por el fuego en una capa profunda del sedimento de Cueva Negra

Huesos y sílex calcinados por el fuego en una capa profunda del sedimento de Cueva Negra

Debemos añadir que un reciente análisis en 2013 ha eliminado la posibilidad de que huesos negruzcos hubieran sido manchados por la percolación posterior y consiguiente deposición “diagenética” de minerales como el manganeso.  Se trata de un estudio de fragmentos óseos del sedimento con el microscopio electrónico de barrido del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid realizado por la Drª. Yolanda Fernández Jalvo del CSIC y Sara Rhodes de la universidad canadiense de Toronto que está desarrollando una investigación tafonómica de fragmentos óseos de fauna menor.